A Málaga llegamos junto a Mari Tere y Rosa, otras amigas de la novia. Tras llevarnos al lugar donde nos alojábamos y dejar nuestras cosas, Rafa(de Rafa & Mou & Sofia), un malagueño o «boquerón» como se llaman a si mismos aquí, nos mostró en un mapa los lugares donde podríamos comer casero y económico, tomar un «cafelito», visitar, incluso desayunar los mejores chocolates con churros. Por lo que no tardamos ni 10 minutos en comenzar a callejear por el centro de la ciudad.
Tras comer en las Merchanas y tomar una «nube»(Como un café con leche con poco café y mucha leche) y un pastelito en la cafetería Lepanto, nos fuimos sorprendiendo con el color de la ciudad y no pudimos evitar incluso bailar…
Ay mi arma, espera que deje el borso que me han entrao ganas de bailá…
Bailar, bailar por una calle de Málaga, porque los colores de una pared nos transmitieran sus ganas…
Buscando la Casa de Picasso, nos lo encontramos en la plaza y me dejé un poquito pintar por él.
Un camarero, con esa gracia tan especial que tienen aquí, nos contó que, en su bar, Picasso tomaba el Cola Cao todas las mañanas je, je…
Contaba Italo Calvino en su libro «Las Ciudades Invisibles» que «De una ciudad no disfrutas las siete o setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya»… y es una frase que siempre suelo recordar cada vez que viajo porque es verdad; Incluso a la hora de contaros con una pequeña pincelada este sábado por la tarde en Málaga, he vuelto a escoger las imágenes que tienen que ver con el color, aunque fuesen en su mayoría encontradas en un pequeño callejón al lado del Pimpi, bodega a la que también acudiríamos por la noche con los novios.
Picasso, en una de las paredes de su casa museo, decía: «… Que aunque vengo de lejos soy niño…» y no hay mejor manera que conocer una ciudad que con esa curiosidad y actitud.
Se nos hizo de noche, y todavía teníamos que llevar al Hotel AC, donde se celebraba la boda de la novia más bonita del año, todos los detalles que había pintado para ellos y que darían color a las mesas. Preciosas vistas desde su terraza. Lo que se veía desde allí era tan bello, que costaba asimilarlo en un solo golpe de vista. Por lo que, al día siguiente, lo tendría que observar a sorbitos muchas veces.
A Sofi, tal como ella dijo, le encantó «el rollo»de la ciudad e incluso me llegó a preguntar por las carreras que se podían estudiar en su universidad.
Lo hemos pasado muy bien!!
Si sois golosos y visitáis la ciudad, no olvidéis tomaros unos chocolates con churros en Casa Aranda…
Allí acudimos, tanto el sábado como el domingo, a desayunar.
Dolça
Posdata: Os dejo también un pequeño diccionario que encontré en un servilletero que me pareció muy útil a la hora de pedirte un café.
Hasta Pronto!!