De vez en cuando Sofi y yo nos regalamos un día y sucede lo que ella dice… que uno más uno, pueden ser un millón de historias
El motivo de nuestra aventura del segundo lunes de Pascua, fue hacer una foto en un lugar que Sofi había visto por instagram llamado «la Muralla Roja», llevaba semanas( quizás fuesen días) pidiéndome viajar hasta allí, con una ilusión enorme de tener su instantánea allí y bueno, pues de camino fuimos parando donde nos gustaba. Conocimos a un señor sueco con su perrito(aparece en la segunda foto 😁), a una pareja que decía que la mejor foto se sacaba desde su calle, aunque no fuese verdad, subimos, bajamos, comimos pizza y helado… Cuando llegamos a nuestro destino, resultó que se trataba de una propiedad privada y aunque la rodeamos para ver si había alguna puerta abierta, estaban todas cerradas. Yo quería llamar al timbre y pedir permiso, pero Sofi no me dejó. Al final encontramos una valla donde subirnos y desde abajo, oye, quedaba perfecto, como si hubiésemos estado dentro. Unas chicas chinas que también estaban allí como nosotras, les pareció una idea muy creativa(nos lo dijeron) y cuando nos bajamos, se hicieron una foto igual a la nuestra. Que no te engañe la ciencia, «una» más «una» pueden ser un millón de historias y tenemos la cámara llena de fotos que nos lo recuerdan.
La próxima vez tocaremos al timbre ^_*
Dolça
Posdata: Cuando Sofi me habló de La Muralla Roja, todavía no sabíamos que se trataba de una construcción del arquitecto Ricardo Bofill del año 1968.